Una persona de Israel que vive en España ya desde hace tiempo, me comento que la primera vez que vio una cabalgata de los Reyes Magos y le explicaron su procedencia lo asocio ha algo que ella ya conocía. Ella lo asocio a la vida de Abraham que es relatada en textos Hebreos llamados “midrash”.
Midrash (“explicación”), es un término hebreo que designa un método de exégesis de un texto bíblico, dirigido al estudio o investigación que facilite la comprensión de la Torá. El término midrash también puede referirse a una compilación de enseñanzas midráshicas en forma de comentarios legales, exegéticos u homiléticos del Tanaj o Antiguo Testamento. Toma elementos actuales para ejemplificar de modo comprensible textos antiguos. Proviene etimológicamente del verbo hebreo darâs, que significa «buscar, investigar, estudiar».
Los midrashim (plural de midrash) en un principio se transmiten de forma oral; estas enseñanzas mas tarde fueron recopiladas y escritas, son enseñanzas contadas en forma de historias, que explican pasajes y textos de la Biblia. Se encuentran por toda la literatura rabínica: en el Talmud, en textos previos y posteriores al mismo y en recopilaciones especiales.
El libro de Jaser
Es un libro mencionado varias veces en el Texto bíblico y que al igual que génesis nos narra la creación del hombre, su caída, su relación en familia, la vida de los patriarcas, hasta Moisés. En algunos versos nos amplía al texto bíblico, describiendo con mas detalle algunos pasajes. El libro de Jaser como un libro de historia antigua que aunque no canónico o escrito por inspiración divina debe ser un escrito apegado a la historia real con tal validez que es mencionado y citado en la Biblia, el libro de Jaser no contradice las narraciones de la Biblia y en ocasiones expande con algo más de detalles que permiten entender aún mejor ciertos pasajes y personajes bíblicos. Aparece este escrito en el capitulo 8:
“1 Y fue en la noche en que Avram nació, que todos los sirvientes de Teraj, y todos los hombres sabios de Nimrod, y sus magos vivieron y comieron y bebieron en la casa de Teraj, y ellos se regocijaron con él esa noche. 2 Y cuando todos los hombres sabios y los magos salieron de la casa de Teraj, ellos levantaron su mirada a los cielos para ver las estrellas, y ellos vieron, y he aquí una grande estrella que venía del este, y corría en los cielos, y se tragó a cuatro estrellas en los cuatro lados de los cielos. 3 Y todos los hombres sabios y los magos del rey estaban estupefactos con la visión, y los sabios entendieron este asunto, y ellos conocían su importancia. 4 Y ellos se dijeron uno al otro: Esto sólo se traduce al niño que ha nacido a Teraj esta noche, quien crecerá y será fructífero y se multiplicará, y poseerá la tierra, él y sus hijos para siempre, y él y su zera matarán grandes reyes, y heredarán sus tierras”.
El siguiente texto esta extraido del libro “Abraham el Creyente Segun la Escritura y el Midrash” de Emiliano Jimenez Hernandez lo puedes leer haciendo clik aquí.
Abraham nace inmerso en el paganismo total, en una generación llena de los dioses más impensables, increíbles y crueles, algo así como la nuestra. En un mundo así nace Abraham y con él comienza el camino de la fe en el único Dios, creador del cielo y de la tierra. Abraham, pues, nace en Ur de los caldeos, donde reina Nimrod, el rey-dios, sobreviviente de la infeliz empresa de la torre de Babel. Téraj, hijo de Najor, tiene un alto cargo en la corte. Goza de gran estima ante Nimrod y ante el pueblo, sobre todo, por sus dotes en la fabricación de ídolos, protectores del Estado y de todas las situaciones de las gentes.
Cuando Abraham nació, su padre Téraj tenía setenta años. Ministros, magos y sabios del rey se congregaron al punto en casa de Téraj para participar en el gran banquete organizado por él para festejar el nacimiento del hijo de su ancianidad. Comieron, bebieron y bailaron, alegres, por muchas horas. Al salir, para volver a sus respectivas casas, estos ilustres huéspedes elevaron la mirada al cielo, siendo sorprendidos por una estrella, que se desplazaba desde el oriente y, que, mientras a ellos les deslumbraba, se tragaba a cuatro estrellas, situadas en los cuatro ángulos del cielo. El fenómeno causó gran impresión a todos: “No hay duda, -se dijeron-, que tal acontecimiento se relaciona con el nacimiento del hijo de Téraj. Este hijo será grande y su descendencia dominará en las cuatro direcciones de la tierra. El y sus descendientes destruirán a los potentes reyes de la tierra. Es preciso advertir de ello al rey Nimrod”.

Nimrod fue hijo de Cus, quien a su vez fue hijo de Cam, el cual fue hijo de Noé. Este hombre, Nimrod llegó a ser el primer poderoso en la tierra.
La estrella del cielo, que anuncia la aparición de Abraham sobre la tierra, siembra el terror, provocando la reacción de defensa irracional, que lleva a la muerte de innumerables inocentes, como luego se repetirá con Moisés (Ex 1,15ss) y con Jesús de Nazaret (Mt 2,1ss).
A la mañana siguiente, apenas amaneció, pues ninguno de ellos logró conciliar el sueño, notables, magos y sabios se presentaron ante el rey. Llegados ante el trono, se inclinaron hasta tocar el suelo, pasmados de miedo. Con un simple gesto el rey les indicó que se levantaran y todos, a una, se pusieron en pie.
-¿A qué se debe esta visita a estas horas de todos mis ilustres?
-¡Viva el rey!¡Viva el rey!
Aclamaron a coro. Y a continuación, el más anciano dijo en nombre de todos:
-Mi señor el rey debe saber que ayer le nació un hijo a Téraj, hijo de Najor, general de nuestro ejército. Invitados por él, nos congratulamos y participamos en la noche en el banquete que nos ofreció. Pero lo que queremos comunicar al rey, nuestro señor, es lo que vimos, con gran sorpresa, al salir, ya avanzada la noche, para regresar a nuestros hogares: un fenómeno extraordinario, que nos tiene aún confundidos…
-¿De qué se trata?, preguntó, interesado e impaciente Nimrod.
-Hemos visto, amado rey, y digo hemos visto, pues no fui yo solo, sino todos nosotros, vimos en el cielo una estrella refulgente como ninguna otra, que venía rápida como el relámpago desde el oriente. En un abrir y cerrar de ojos se tragó cuatro estrellas situadas en los cuatro ángulos del cielo. Todos nosotros, amadísimo rey, hemos coincidido en ver el acontecimiento unido al nacimiento del hijo de Téraj. Creemos, y de nuevo repito, creemos, pues no soy yo solo, sino todos nosotros, creemos que este niño y, más tarde, sus descendientes pretenderán conquistar toda la tierra, aniquilando a todos los reyes de la tierra. Este es el hecho y esta es nuestra interpretación.
La estrella del cielo, que anuncia la aparición de Abraham sobre la tierra, siembra el terror, provocando la reacción de defensa irracional, que lleva a la muerte de innumerables inocentes, como luego se repetirá con Moisés y con Jesús de Nazaret .
Nimrod se quedó pensativo por un largo tiempo. Luego les preguntó:
-¿Y qué es lo que me aconsejáis vosotros?
-Si a Vuestra Majestad parece bien, nosotros propondríamos que el rey diera un buen regalo a Téraj a cambio del niño. Luego se da muerte al niño y así estaremos a salvo todos.
El rey juzgó sensata la propuesta y mandó llamar, inmediatamente a Téraj. Cuando Téraj se presentó, el rey le dijo:
-He sabido que te ha nacido un hijo, ¡enhorabuena! Pero también se me ha informado de que en el cielo han aparecido fenómenos extraños. Dame ese hijo que te ha nacido. Por desgracia debe morir antes de que nos cause las desgracias previstas. Ciertamente, te recompensaré con oro y plata el peso del niño.
Téraj se quedó de un aire al escuchar semejantes palabras, pero sacando ánimo de su corazón de padre se atrevió a decir:
-He oído tus palabra, oh gran rey. Se hará cuanto has dicho. Pero permitidme antes que cuente a mi señor lo que me ocurrió ayer mismo. Si el rey me escucha, cumpliré cuanto me ordene.
-Habla. Te escucho.
-Ayer mismo, como he dicho, se me presentó Ejón, hijo de Morad y me dijo: dame el hermoso caballo que te ha regalado el rey. Yo te lo pagaré en oro y plata cuanto pesa el caballo y, además, te llenaré de heno y cebada todo el establo. Yo le he contestado que, antes de tomar una decisión, tenía que consultar con el rey. ¿Qué me aconseja mi señor?
El rey, rojo de ira, exclamó:
-¡Imbécil! ¿Es que te falta oro, plata o forraje? Y, además, ¿de qué te servirá todo eso, cuando no tengas ya el caballo, que te he regalado y que es el mejor caballo que haya en la tierra? Me maravilla, Téraj, que tú no hayas podido decidir por ti mismo.
Cuando se calló el rey, Téraj dijo:
-Me parece muy bien, soberano y señor mío. Así haré. Pero, sepa mi señor, que su respuesta vale también para la propuesta anterior. ¿Para qué quiero todos los tesoros que quieres darme, cuando se haya dado muerte a mi hijo? ¿Quién los heredará después de mi muerte? Todo lo que poseo pasará de nuevo a ti, que me lo has dado.
El rey, presa de furor, saltó en su trono y se desató en injurias contra su general. Téraj, dándose cuenta de que corría el riesgo de morir incluso antes que su hijo, con voz suplicante, dijo:
-No se enoje, mi señor. Cuanto poseo, vida y posesiones, ha sido siempre de mi soberano. Tu orden será cumplida, puntualmente, y sin ninguna recompensa. Te entregaré a mi hijo y todos los demás miembros de mi familia.
-¡No!, -le interrumpió el rey-, ¡únicamente quiero el hijo que te nació ayer y tendrás cuanto te he prometido!
Téraj aún sacó ánimo de su debilidad y se atrevió a decir:
-Concédeme tres días, para que pueda hallar las palabras adecuadas de consolación para la madre. Tú, benigno soberano, sabes muy bien cómo son las madres y la alegría de mi esposa con el nacimiento de su hijo ha sido inmensa. Dame tres días y, luego, puedes mandar a recogerlo.
-Está bien, te lo concedo porque has hallado gracia a mis ojos.
Téraj salió del palacio trastornado. La situación era angustiosa y no había tiempo que perder. Para el tercer día, cuando se presentó el emisario del rey, Téraj tenía pronto su plan para salvar al hijo. Tomó el hijo de una esclava, nacido en el mismo día que Abraham, y se lo entregó a los enviados del rey. Nimrod, apenas le entregaron el niño, lo estrelló contra el suelo. Así él y toda su corte respiraron con alivio, convencidos de que el niño muerto era el hijo de Téraj. El peligro, presagiado por la estrella, había desaparecido definitivamente.
Entretanto, Téraj tomó al hijo y lo escondió en una cueva. El Señor, entonces, mandó al ángel Gabriel, quien se encargó de nutrirlo, haciendo brotar la leche del dedo pulgar de la mano derecha, que el niño se chupaba con tanto gusto. De aquí que hasta ahora los niños disfruten tanto chupándose el dedo de su mano.
A los tres años, Abraham salió, en la noche, de la cueva. Al alzar sus ojos al cielo, el niño se llenó de admiración contemplando las estrellas y se dijo para sus adentros:
-¡Qué maravilla esos puntitos luminosos que brillan en el cielo! ¡No cabe duda de que se trata de Dios!.
Pero, al rayar el alba, las estrellas comenzaron a palidecer hasta desaparecer. Abraham experimentó una gran desilusión, pues ya se había decidido a arrodillarse ante ellas y adorarlas. Entonces salió el sol, que iluminó toda la tierra con sus rayos potentes. Abraham, conmovido, exclamó:
-¡Este sí que es, ciertamente, Dios!.
Pero también el sol tramontó, con gran decepción del niño, que vio surgir, en vez del sol, la luna. Una vez más, Abraham creyó que la luna sería el verdadero Dios. Descendió, entonces, Gabriel y condujo al niño a una fuente de aguas claras y le hizo tomar un baño de purificación. Al salir del baño, Gabriel le dijo:
-Has de saber que el Señor, único Dios, es el Creador de todo cuanto has visto y de todo cuanto existe. El es quien ha dado vida a todos los seres y quien les mantiene y guía en sus pasos, pero El es invisible al ojo humano.
Abraham, entonces, creyó el anuncio del ángel del Señor, se arrodilló y adoró al Señor, Creador del cielo y de la tierra.
Poco después, Téraj condujo a su hijo Abraham a la yesibá, casa de estudio de la Torá de Noé y de Sem, para que aprendiera de ellos las vías del Señor. Nadie sabía exactamente quién era Abraham, que permaneció con Noé y Sem durante 39 años. Con ellos conoció al Señor y siguió sus caminos hasta el día de su muerte, según le habían enseñado sus maestros.
Categorías:BSI: Investigación Bíblica, estudios, Misterios
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