Se creyó en principio que procedía del francés, más precisamente de una obra teatral del siglo XIV llamada danza macabra o en francés “danse macabre”, obra bíblica basada en el libro de los macabeos, donde siete hermanos judíos y su madre, son torturados y luego asesinados por no abdicar de su fe y negarse a adorar a los dioses sirios. De allí que macabro se encuentre asociado íntimamente a la muerte, pero no como camino hacia la eternidad, o a la paz, como trascendencia del espíritu sobre la materia; sino vinculado a su lado más tenebroso, lúgubre, espeluznante, oscuro y repulsivo; al dolor innecesario, a la crueldad, al miedo desgarrador y a la tortura.
El arte en general y la literatura en particular cuenta con un gran repertorio sobre estos temas: esqueletos, fantasmas, lúgubres cementerios, mezclados con una atmósfera de terror, son en general el contenido de esos textos.
Hay quien afirma que la palabra “macabre” procede de las palabras hebreas מן הקבר (“Min Hakever”, es decir, “desde la tumba”). Se han sugerido otras relaciones, por ejemplo con San Macario, el ermitaño, quien según Vasari podría identificarse con la figura señalando a los cadáveres corruptos en el “Triunfo de la Muerte” pisano. Puede ser probable que la palabra “macabro” derive del árabe مقبرة (maqbarah, “cementerio”), que castellanizada aparece como “almacabra”.
Lo que sí resulta indiscutible es la relación directa con la muerte que este concepto lleva consigo, resultando una palabra que tiene en si misma un tono desagradable.
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