La Epopeya de Gilgamés

La Epopeya de Gilgamesh, la Predestinación y la Biblia.
Porqué ha de morir el hombre que no ha cometido injusticia alguna? Toda la epopeya gira en torno a esta pregunta. Gilgamesh solamente conocía la muerte en forma abstracta, lejana, no se había enfrentado a ella, no había experimentado su realidad. Pero al morir Enkidu siente en carne propia el dolor y la pérdida que ha experimentado es demasiado grande para poder soportarla y se niega a aceptar esa realidad. Su vida tiene sólo un propósito: encontrar la vida eterna y dedica toda su vida a ello. A pesar de las dificultades, está empeñado en lograr su objetivo y encuentra a Utnapistim. Este le dice que obtuvo la vida eterna por una serie de circunstancias que no se repetirán. Descorazonado se dispone a regresar a Uruk, llevando un regalo: una planta rejuvenecedora. Esta le es robada por una serpiente y a partir de alli la serpiente no muere: cuando envejecen se desprenden de sus cuerpos viejos y renacen plenas de vigor: la humanidad, sin la planta, no puede retornar a la eterna juventud y Gilgamesh contempla el final de sus trabajos.
El destino de los hombres: predeterminado o no.
Todos los problemas que sucedían al hombre, especialmente después del segundo milenio AC, eran responsabilidad de los dioses, por haber permitido que el mal ocurriese, pero la causa del abandono por parte del dios era por alguna ofensa del hombre. Y surgió un problema: el sufrimiento del justo. En el poema Ludlul bel Nemeqi el héroe del mismo, un hombre justo, con una vida virtuosa, duda del valor de lo que hizo dado la situación por la que está pasando: enfermo, débil, temeroso, dolorido día y noche, sin ayuda de los dioses, robado, los enemigos disfrutan su situación, experimenta lo mismo que el malo. La solución que se da es doble: no podemos juzgar a los dioses por lo que hacen y debemos esperar que al final se verá la recompensa.
El hombre es forjador de su propio destino. A lo largo de la vida tomamos decisiones buenas o malas, pero las tomamos nosotros. Dios nos creó seres libres y pensantes, que decidamos por nosotros mismos lo que haremos por nuestra vida. Fue así desde el principio con Lucifer, Adán y Eva, Caín y Abel, Noé. Las elecciones son nuestras. Puede pasarnos cosas malas estando al servicio de Dios o viviendo rectamente (podemos citar a Moisés, Job, los apóstoles San Pedro, San Pablo y San Juan, los mártires cristianos durante el imperio romano, los líderes de la reforma Juan Huss y Lutero entre tantos, el pueblo judío durante el holocausto, religiosos en la época de Franco o de la Dictadura en Argentina). Personalmente creo que Dios permite que sucedan ciertas cosas por dos motivos: que se conozca el obrar de Satanás y lo que propone (un mundo de maldad y miseria) y por otro lado enseñar lecciones de sumisión, paciencia y confianza a los que en el confían (ejemplo de Job, Abraham, José, Moisés).



Categorías:estudios