el hígado del faraon y el libre albedrio

Cerebro, Corazón, Hígado

Esta característica de terquedad del corazón se llama en hebreo  “la klipá del Faraón” , Las letras de la palabra hebrea Faró (faraón) componen también la palabra ‘haoref , es decir, (la terquedad) de la nuca. Esta característica implica una obstinación irracional que causa que el hombre se oponga incluso al mandato de su razón y sus sentimientos.

Esto está aludido también en la palabra hebrea utilizada aquí, para decir está pesado’- kaved- que también puede traducirse hígado. Es sabido, que las capacidades de la persona se clasifican, en términos generales, basándose en los tres órganos principales: el cerebro (la razón), el corazón (el sentimiento) y el hígado (la capacidad ejecutiva).

El orden correcto es que primero la persona piensa el tema y arriba a alguna conclusión lógica, a continuación desarrolla en su corazón los sentimientos correspondientes hacia el tema; y a partir de la razón y los sentimientos de la decisión, desciende a los canales de ejecución práctica. Pero cuando “kaved el corazón del Faraón”, es decir el corazón se transforma en hígado y la obstinación ejecutiva ocupa el lugar de la razón y la emoción, tenemos ahí la testarudez en el mejor sentido de la palabra.

faron tercoLa actitud del Faraón es incomprensible. ¿Acaso no aprecia que su nación está siendo totalmente destruida por el efecto de las plagas? ¿Por qué causa aun se resiste a enviar a los Hijos de Israel y así liberarse de todos los terribles flagelos que estaban sobreviniendo sobre su tierra, arrasándola por completo? ¿Por qué no escuchaba lo qué sus siervos le decían? ¿Acaso no temía que sus propios hombres se levantasen contra él por ser tan obstinado?

La respuesta a estos interrogantes la hallamos en la declaración del versículo: “Dios le dijo a Moisés:

«Llega al Faraón, pues he hecho que su corazón se obstine” (Éxodo 10:1).

Se obstine” en el original hebreo está escrito así: “ijbadti”. La raíz de esta palabra es “cabed” que además significa “hígado”.Dios convirtió la carne del corazón del Faraón en hígado. Ahora bien, el hígado está formado de un tipo de carne que posee propiedades muy particulares, pues cuando es cocinado no absorbe del líquido de la cocción. Es más cuanto más se lo cocina más se endurece. Y lo mismo sucedía con el Faraón, más se lo sometía al rigor de las plagas, más se endurecía su corazón. Por eso era tan obstinado, porque su corazón se había tornado hígado y no se conmovía en lo más mínimo por el efecto de las plagas.

Obsérvese que posteriormente se describe el endurecimiento del corazón del Faraón, y no se utiliza ya la palabra “cabed”. Pues el mismo ya se había tornado de hígado, y ahora se endurecía cada vez más con las plagas que caían sobre su pueblo y en vez de enternecerse se endurecía mas.

Dios le dijo a Moisés:

«Extiende tu mano sobre la tierra de Egipto para que venga la langosta y ésta subirá sobre la tierra de Egipto y comerá toda la hierba de la tierra, todo lo que dejó el granizo». Moisés extendió su vara sobre la tierra de Egipto y Dios guió un viento del este por toda la tierra en aquel día y en toda aquella noche. Se hizo de mañana y el viento del este trajo la langosta. La langosta subió por toda la tierra de Egipto y se posó en toda la frontera de Egipto; de una forma severa, nunca antes había habido una langosta como aquélla y no habría después ninguna igual. Cubrió la superficie de toda la tierra y la tierra se oscureció; comió toda la hierba de la tierra y todos los frutos de los árboles que había dejado el granizo. En toda la tierra de Egipto no quedó verde en los árboles ni hierba en el campo.
El Faraón se apresuró a convocar a Moisés y a Aarón, y dijo:

«He pecado ante Dios, vuestro Dios, y ante vosotros. Y ahora, por favor, perdonad mi pecado esta sola vez y rogadle a El Dios, vuestro Dios, que solo quite de mí esta muerte»

Él se alejó del Faraón y le rogó a Dios. Dios cambió el rumbo del viento y lo transformó en un viento del oeste, muy poderoso, y éste se llevó la langosta y la transportó hacia el Mar de Cañas; ni una sola langosta quedó dentro de todas las fronteras de Egipto (Éxodo 10:12-19).

Uno podría pensar que esta vez sí el Faraón se conmovió en su corazón y cambiaría su tosca actitud por una más bondadosa. Sin embargo, lo que sigue a continuación demuestra que sólo se trataba de una reacción mental, que nada tenía que ver con sus sentimientos. Lo más probable es que actuó así por la presión de los pobladores de Egipto, y por temor a ser destronado. Pues seguidamente está escrito: “Mas Dios endureció -vaijazek- el corazón del Faraón y éste no envió a los Hijos de Israel”.

Posteriormente sobrevinieron seis días de oscuridad. Los tres primeros fueron tinieblas, y los tres siguientes oscuridad espesa y tangible. permaneciendo inmovilizados, atrapados por completo en medio de la espesura. Como está escrito: Dios le dijo a Moisés : «Extiende tu mano hacia el cielo y habrá oscuridad sobre la tierra de Egipto, y la oscuridad será tangible». Moisés extendió su mano hacia el cielo y hubo una espesa oscuridad en toda la tierra de Egipto durante tres días. Nadie pudo ver a su hermano ni nadie pudo levantarse de su sitio durante tres días; pero, en las residencias de todos los Hijos de Israel había luz.
El Faraón convocó a Moisés y le dijo: «Id, servid a El Dios, únicamente vuestros rebaños de ovejas y vacas quedarán aquí; incluso vuestros hijos pequeños pueden ir con vosotros».
Dijo Moises :

«Aún más, tú colocarás en nuestras manos ofrendas festivas y ofrendas ígneas, y las ofreceremos a El Dios, nuestro Dios. Y nuestro ganado, también irá con nosotros, ni una sola pezuña quedará, pues de él tomaremos para servir a El Dios, nuestro Dios; no sabremos con qué servir a El Dios hasta que lleguemos allí» (Éxodo 10:21-26).

Y aquí nuevamente el corazón del Faraón se torna duro e inflexible. Como está escrito:

Dios endureció -vaijazek- el corazón del Faraón y no quiso enviarlos”. Y además: “El Faraón le dijo: «Vete de mí. Cuídate de no ver más mi rostro, pues el día que veas mi rostro, morirás».
Dijo Moisés: «Has hablado correctamente. Jamás volveré a ver tu rostro» (Éxodo 10:27-29).

Ahora bien, ya vimos que cada vez que el Faraón era sometido a una nueva prueba, Dios le endurecía el corazón. Esto fue así hasta que finalmente se lo convirtió íntegramente de hígado. Esto proceso era necesario para contrarrestar todos los duros golpes que le eran asestados sin inmutar su aspecto emocional y permitirle que decidiera libremente. Pero esto no acontecía con ninguno de los ministros del Faraón, ya que ellos no eran puestos a prueba como su comandante. Resulta que el Faraón se había enfrentado a las pruebas de modo notoriamente diferente al de sus hombres. O lo que es lo mismo, el equilibrio del Faraón que le permitía decidir, no era el mismo que el de sus hombres. Debido a ello, él había enfrentado muchos más obstáculos que todos los demás. Resulta que cuantas más veces uno se enfrente a una dificultad, más veces la superará, y su equilibrio será de un nivel cada vez mayor. Pues las victorias se acumularán y conformarán un montículo que será paralelo a los fracasos superados, y lo excederá por su puesto, en caso de haber vencido. Pero si fracasa, en ese caso el otro montículo prevalecerá.

En síntesis, cuantas más veces uno vence al mal instinto o pecado, más grande será el volumen de su acción resultante. Quedará un montículo que se habrá formado con la tentativa del mal instinto caído por un lado, y otro montículo que se habrá originado por el triunfo de este hombre que ha triunfado. Y debido a esa victoria el montículo del bien superará al del mal. Este es el misterio de un individuo sobresaliente, el cual aun deberá luchar contra el mal instinto, pese a haberlo vencido en numerosas ocasiones. Pues aquel hombre justo y piadoso, que con sus acciones nobles mantiene al mundo, aun deberá poseer una adversidad paralela para que el equilibrio y la posibilidad de elegir entre el bien o el mal permanezca inalterable.

La teoría de los cuatro humores o temperamentos.

descargaEn la antigüedad se creia que el cuerpo y alma estaban relacionados de una forma mucho mas intensa, el hígado era la parte ejecutiva y en este caso era con este con lo que pensaba el faraón.  La teoría de los cuatro humores o humoral, fue una teoría acerca del cuerpo humano adoptada por los filósofos y físicos de las antiguas civilizaciones griega y romana. Desde Hipócrates, la teoría humoral fue el punto de vista más común del funcionamiento del cuerpo humano entre los «físicos» (médicos) europeos hasta la llegada de la medicina moderna a mediados del siglo XIX.

En esencia, esta teoría mantiene que el cuerpo humano está lleno de cuatro sustancias básicas, llamadas humores (líquidos) procedentes del higado, cuyo equilibrio indica el estado de salud de la persona. Así, todas las enfermedades,personalidad y estados de animo resultarían de un exceso o un déficit de alguno de estos cuatro humores. Estos fueron identificados como bilis negra, bilis, flema y sangre. Tanto griegos y romanos como el resto de posteriores sociedades de Europa que adoptaron y adaptaron la filosofía médica clásica, consideraban que cada uno de los cuatro humores aumentaba o disminuía en función  y la actividad de cada individuo. Cuando un paciente sufría de superávit o desequilibrio de líquidos, entonces su personalidad y su salud se veían afectadas.

Teofrasto y otros elaboraron una relación entre los humores y el carácter de las personas. Así, aquellos individuos con mucha sangre eran sociables, aquellos con mucha flema eran calmados, aquellos con mucha bilis eran coléricos, y aquellos con mucha bilis negra eran melancólicos.

La pregunta seria ¿dependemos de una serie de fluidos corporales que dictarían nuestra manera de vivir y personalidad?. La respuesta es que al final todo depende de la decisiones que tomemos nosotros y dentro de nuestra alma también esta la capacidad de razonar, la cual no pudo o no quiso usar el Faraón no atendiendo a lo que Dios le estaba diciendo por medios de los juicios a forma de plagas que le estaba enviando.

Pablo entendía esto muy bien y enseño esto:

Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí.
Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios,
 pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros.
¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?
 Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que yo mismo, por un lado, (con la mente) sirvo a la ley de Dios, pero por el otro, con la carne, a la ley del pecado”.

Hay una tendencia natural, un instinto hacia el mal (” en mis miembros” ) y una mente donde debe actuar la razón  “con la mente” que debe imponerse hacia el corazon poniendo el sentimiento de ir hacia el bien y hacer la voluntad de Dios.



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