El universo de Tevie El Lechero (El violinista en el tejado)

Todos bailamos o lloramos al compas de una cacion, tenemos un violinista en el tejado y nuestras ilusiones, alegrias y tristezas se mueven y bailan  al son de una melodía que es la vida. Cada uno tiene su melodía es decir “su violinista en el tejado”

Schólem Aléijem Tevie el Lechero 

Tevie representa al judío sufrido y trabajador que habitaba en las aldeas de la Rusia zarista. Padre de familia sacrificado y comprensivo, recibe con paciencia los golpes de la adversidad, que va enhebrando en su vida desdicha tras desdicha, en una serie apenas interrumpida por algún que otro destello fugaz de buena suerte. Tevie se rebela y se resigna casi simultáneamente. Su rebelión es sólo filosófica, como su resignación. Habla y discute con Dios y con su caballo, “salvando la comparación”, e infiltra por fuerza, a presión, en su amargura, el conformismo teñido de ironía del que comprueba su impotencia para modificar la situación. Y destacándose sobre el fondo de sus desventuras familiares, patéticas o tragicómicas, la figura del judío ruso adquiere relieves extraordinarios y se evade del judaísmo y de la campiña rusa para simbolizar a los pobres de todas las creencias y de todas las latitudes que se vuelven contra las injusticias y la desigualdad.

Entre las maravillosas criaturas inmortalizadas por Sholem Aleijem, Tevie El lechero es, como el mismo autor lo confesara, su personaje preferido. En él vuelca su caudaloso cariño por la gente de espíritu limpio y manos trabajadas, a través de él trasmite lo más sustancioso de la sabiduría que bebiera en las fuentes del pueblo, y a él retorna una y otra vez- en narraciones espaciadas a lo largo de más de veinte años- cuando tiene necesidad de expresar sus inquietudes ideológicas o exponer su concepción filosófica del mundo.

Tevie es la negación de Menájem Méndl, el otro personaje central de la creación sholem-aleijemana, que también aparece aquí, circunstancialmente, en evidente función de contraste. Mientras este prototipo del judío desclasado, quimerista, sin raíces firmes, producto de las crueles e injustas condiciones de la vida judía bajo el régimen de los zares-, Tevie encarna al judío laborioso, profundamente ligado a la tierra y al ambiente, al que solo el violento vendaval de la persecución zarista es capaz de arrojar al camino del peregrinaje penoso e infecundo.

Aunque quizá no encontremos en la abigarrada galería de personajes del humorista singular otro que resuma tanto optimismo y alegría de vivir, la figura de Tevie es, sin embargo, esencialmente dramática. Su vida es una sucesión de desgarramientos que traducen un estado de crisis social y conceptual en la vida judía de aquella época. Tevie y sus hijas, en permanente conflicto, constituyen los términos indisolublemente unidos de la contradicción entre lo viejo que caduca y lo nuevo que nace. Y si Tevie, hecho a las costumbres y concepciones vetustas, resurge entero y optimista de cada choque es porque él mismo- hombre de pueblo al fin, intuitivamente sabio y naturalmente justo- va resolviendo sus crisis íntimas aceptando y procurando entender los cambios que en torno a él se operan.

Las contradicciones en Tevie son múltiples y complejas, pero en última instancia decide su instintiva inclinación por el progreso. Es profundamente religioso y temeroso de d-os, pero sus discusiones de hombre a hombre con el que está cómodamente sentado allá arriba mientras nosotros nos hundimos aquí abajo le habrían valido la excomunión en una comunidad ortodoxa.

Exalta la profunda sabiduría del Creador y se somete a sus designios, pero no logra ocultar su simpatía por las ideas descabelladas de los muchachos revolucionarios que quieren poner el mundo cabeza abajo y patas arriba.

No le gustan los pobres- aunque él con los suyos se mueren de hambre tres veces al día, sin contar las cenas, porque a d-os tampoco le gustan. – Ya que si a d-os le gustaran no serían pobres… Pero es hablando de los ricos- que duermen bien, comen bien y se regalan de lo mejor- cuando se torna cáustica su ironía y urticante su sarcasmo. Desprecia a los artesanos, conforme a su arraigado prejuicio contra el trabajo manual – en mi familia, gracias a d-os, no hay sastres ni zapateros- pero él y toda su familia echan los bofes en el tambo y con vanagloria proclama que –en mi casa trabajamos todos, nadie permanece ocioso. Invoca rígidos preceptos patriarcales para el trato con sus hijas, pero se deshace de ternura y orgullo cuando éstas lo enfrentan y contradicen, y termina siempre por ceder ante la juventud que busca abrirse paso. Alberga prevenciones con respecto al gentil, pero es él quien intercede a favor de sus vecinos no judíos y es a él a quien éstos acuden en procura del consejo amistoso y la ayuda desinteresada.

Sueña con Eretz Israel, pero cuando lo expulsan de su aldea natal ucraniana- ¿ donde vio usted un cielo tan azul y árboles como éstos?- quiere tumbarse en la tierra, hundir sus manos en ella y besarla.

Sholem Aleijem no fue acumulando caprichosamente ni fortuitamente las desdichas sobre su querido personaje. Cada prueba que soporta Tevie trasunta un pronunciamiento sobre cuestiones de fondo que trascienden el drama personal y afectan los fundamentos de una forma de vida anquilosada y tradiciones y concepciones envejecidas.

La hija que rechaza el partido rico escogido por los padres para defender su amor por el sastrecillo indigente, rompe con ancestrales hábitos matrimoniales e introduce un elemento renovador en las relaciones entre padres e hijos – Hijos de hoy-.

La hija que abandona el hogar paterno para compartir su vida con el muchacho no judío, arremete contra seculares prejuicios nacionales y religiosos. Y no es casual que se aquí donde Tevie – desgarrado por el dolor, pero más , por la vergüenza-, se formule este interrogante cardinal: ¿ Por que creó dios judíos y no judíos. Y ya que los creó, ¿ por que han de estar aíslados los unos de los otros, como si unos fueran de d-os y los otros no lo fueran?.

La hija que se suicida como consecuencia de su amor imposible y su idilio trunco con el hijo de judíos ricos, denuncia la existencia de barreras sociales, mucho más decisivas y trágicas, entre los propios judíos, que las nacional religiosas que el prejuicio levantara artificialmente entre judíos y no judíos.

La hija que se casa con el rico concesionario- el futuro que el padre soñara infructuosamente para sus hijas mayores-, le enseña a Tevie que el amor está por encima del dinero. Cuan feliz le parece entonces la hija Tzéitel, a quien le falta casi siempre el pan, pero a quien- no puede irle mejor- porque tiene a su querido Mótel a su lado; o la hija de Hódel, allá en los quintos infiernos, lavando y viendo una vez por semana a su marido preso, comparándolas con la hija rica que se consume lentamente entre mullidas alfombras y cientos de relojes y espejos.

Y en fin, el episodio del pogrom destaca la estrecha convivencia y la confraternización de Tevie con sus vecinos no judíos como la coraza natural contra el odio y la persecución desatados por el poder absolutista.

Todas estas vicisitudes, Tevie se las cuenta al autor en monólogos de genuino sabor popular y generosos de humor diáfano y lúcido. Hay autenticidad de pueblo en cada giro, en el copioso refranero, en la cita bíblica o talmúdica glosada maliciosa o irreverentemente. Es tan auténticamente pueblo que pareciera que Shólem Aléijem se hubiese limitado, en realidad, a transcribir lo que un Tevie verdadero y vivo le fuera confiado en sus espaciados encuentros.

He aquí la calidad artística del autor y la profundidad humana del personaje. Tanto que, siendo judío por los cuatro costados, Tevie se evade de su carnura típica para identificarse, por encima de diferencias raciales, nacionales o religiosas, con todos los que sufren injusticias y tienen fe en un mañana mejor.

por Sergio Sinay Fuente: mensuarioidentidadweebly.com



Categorías:Articulos

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