La lucha por el Monte del Templo

Hay noticias que nos pasan desapercibidas pero que son importantes para intuir que cosas están pasando en lo que llamamos fin de los tiempos y que el Mesías viene pronto:

El pasado jueves, Israel volvió a estar en el punto de mira de los medios internacionales y del mundo árabe y musulmán cuando la violencia provocó un cierre temporal de los accesos al Monte del Templo de Jerusalén y a sus mezquitas. Las críticas, duras y encendidas, llovieron sobre el Estado judío procedentes de diversas fuentes musulmanas, e incluso de Jordania, un país que tiene un tratado de paz firmado con Israel y depende de él para cooperar en cuestiones de seguridad. Pocos se molestaron en mencionar, y mucho menos en criticar, el intento de asesinato de un activista judío –que fue lo que provocó el cierre del recinto–, o las machaconas incitaciones por parte de los líderes palestinos, las cuales contribuyeron a provocar el problema. Pero,como señala Seth Mandel, si bien los disparos originaron una cobertura mediática sesgada, que se valía de los mismos argumentos que quienes incitaban a la violencia, aquí hay más cuestiones de fondo. La obsesión por mantener a los judíos fuera del lugar más sagrado del judaísmo y, de hecho, fuera de buena parte de Jerusalén, nos dice cuanto necesitamos saber acerca de por qué no hay paz a la vista.

Desde el punto de vista de quienes critican a los israelíes en la disputa por su capital y por el Monte del Templo, la idea de que haya judíos que se muden a ciertas zonas de la ciudad o de que visiten la explanada que domina el Muro Occidental (o incluso recen en ella) resulta profundamente provocadora. Las sensibilidades árabes se ofenden por la presencia judía tanto en barrios de mayoría judía de Jerusalén Este como en aquellos de mayoría árabe. Los musulmanes se sienten especialmente indignados ante el espectáculo de los judíos que caminan por el Monte del Templo, cerca de las mezquitas, o de los que oran allí (lo que actualmente está prohibido).

La mayor parte de Occidente acepta esta forma de ver los acontecimientos, juzgándola intrínsecamente razonable; quienes, como el judío al que dispararon el pasado día 29, defienden el derecho de los judíos a rezar en el Monte, o los líderes judíos el monte del temploque creen que los judíos tienen todo el derecho a vivir en la zona que quieran de su capital ancestral, son considerados unos extremistas perturbadores de la paz. De hecho, el rey Abdalá de Jordana, que se siente obligado a atacar verbalmente a Israel debido a que la mayoría de sus súbditos se opone al tratado de paz y desprecia el hecho de que es el Estado judío quien garantiza realmente su capacidad de mantener a raya al Estado Islámico y a otros islamistas, declaró que había que culpar del problema tanto al extremismo judío como al musulmán.

Pero lo que debemos entender de este marco de referencia es que se basa en la idea de una paz comunitaria que exigiría una segregación oficial, la cual dejaría fuera de los límites para los judíos diversas zonas de la ciudad y un lugar sagrado fundamental. Eso puede parecerle razonable a quienes consideran que el regreso de los judíos a su patria histórica es algo a lo que hay que dar marcha atrás, no algo que haya que aceptar. Ello no sólo plantea la cuestión de por qué los judíos deberían aceptar semejante derogación de sus derechos; además nos exige preguntarnos cómo tales actitudes pueden ser compatibles con cualquier idea de paz.

A quién, entonces, le pertenecen Jerusalén y el Monte del Templo, que se encuentra en el centro de esta ciudad? ¿Cuánto fundamento tiene la demanda musulmana por la ciudad y por el lugar más santo del judaísmo, demanda que se ha levantado nuevamente aún más fortalecida?

Algo para recordar:

Después de la guerra judío-árabe de 1948 y el resurgimiento de Israel, de acuerdo con los libros proféticos de las Sagradas Escrituras, una disposición de la ONU, en principio, previó la internacionalización de Jerusalén. Pero, Jordania no se atuvo a dicha disposición, y anexó la parte este de la ciudad, incluyendo el Monte del Templo, a su país. Desde entonces, esa región, con sus lugares santos, ya no fue accesible a judíos y cristianos. Recién con la liberación de la parte este de Jerusalén, al igual que de Judea y Samaria (ahora conocidos generalmente sólo como “Cisjordania”) por el ejército israelí en la Guerra de Seis los Días de junio de 1967, los lugares santos y no santos nuevamente fueron accesibles para todos, también para los musulmanes. No obstante, después del exitoso combate entre el comandante en jefe Moshe Dajan y el responsable musulmán de las mezquitas sobre el Monte del Templo, llegaron a un acuerdo de graves consecuencias, que hasta la fecha no ha sido tocado: Israel retuvo para sí solamente la soberanía estatal y militar sobre el Monte del Templo, y dejó a los árabes la supervisión religiosa.

la tierra ha sido dada al pueblo judío en “posesión eterna

La ciudad del gran rey. De acuerdo a la Biblia – que continúa siendo la norma para judíos y cristianos – toda la tierra de Israel (en hebreo: “Eretz Jisrael”) es propiedad de Dios (Lv. 25:23; Os. 9:3; Sal. 83:13; Jn. 1:11, y otros más). Sus fronteras están fijadas, entre otras cosas, en Génesis 13:15 y en Éxodo 32:13, y la tierra ha sido dada al pueblo judío en “posesión eterna”. (Algo notable: también el Corán confirma este hecho en las sures 5:24 y 7:137, sólo que fue Alá quien le dio a los “hijos de Israel” el “este y el oeste de la tierra” – refiriéndose a la tierra al este y al oeste del Jordán – “como herencia”.)

Breve historia del monte del templo.

Cuando el rey Salomón levantó su primer templo en Jerusalén, la ladera en la que lo hizo pasó a convertirse en el lugar de culto más importante del mundo monoteísta, y aún es venerado entre judíos y musulmanes. Salomón (960 – 900 a.C.) construyó el templo que no pudo crear David, para lo cual utilizó a artesanos fenicios del vecino reino de Tiro (en Reyes, 1 encontrará un prolijo relato del proceso). Asimismo, erigió una plataforma circular en torno al borde de la colina para delimitar los patios enmarcados por el edificio de madera de cedro y bronce, cuyo recinto sería para siempre el principal lugar de culto para los judíos. Sin embargo, después de su reinado declaró su autonomía el Reino del Norte, tras lo cual el Templo sólo lo utilizaron las tribus de Judea y de Benjamín.

En 586 a.C. el Templo fue destruido por los babilonios, dado que los israelitas permanecieron atrapados entre los belicosos imperios del norte y del sur. Los habitantes de Judea fueron asesinados o enviados al exilio (a excepción de los granjeros). Sólo al cabo de cincuenta años, tras la intervención favorable de los persas, los nuevos herederos del poder imperial, tuvieron la posibilidad de volver y reconstruir el Templo, ya que la idea de regresar era lo que mantuvo la esperanza de muchos de ellos durante su exilio (véanse Esdras y Nehemías).

Este Templo reconstruido apresuradamente permaneció en pie hasta que lo apuntalaron los asmoneos en 186 a.C., pero fue demolido en 20 a.C. por Herodes el Grande, que comenzó a construir un nuevo edificio cuyas obras finalizaron nada menos que sesenta años después de su muerte. Asimismo, construyó una plataforma cuadrada mucho mayor alrededor de la colina para que los gentiles pudieran ir allí sin profanar las zonas sagradas que llevaban hacia el propio templo; esta plataforma es a lo que hasta nuestros días se ha venido denominando el “Monte del Templo”.

Este templo fue destruido por los romanos durante la revuelta judía de 70 d.C., tan sólo seis años después de su finalización. Sin embargo, se conservó la plataforma como base para un templo en honor a Júpiter en la nueva ciudad adriánica de Aelia Capitolina, que sobrevivió hasta el periodo bizantino, cuando la zona se transformó en vertedero para demostrar fehacientemente a los nuevos paganos que Dios había vuelto la espalda a los judíos en favor de los gentiles cristianos. Ésta era la situación cuando Omar, el primer califa, entró triunfante en la ciudad y, tras obligar al patriarca cristiano a recorrer a gatas el trayecto desde el Santo Sepulcro hasta el Monte en penitencia por profanarlo, construyó la Cúpula de la Roca en el lugar donde antes había estado el templo durante seiscientos años.

 



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2 respuestas


  1. Toda la tierra pertenece a Dios, El pone y quita reyes, nosotros esperamos su manifestación soberana . El viene pronto!!
    Los hebreos luchan legítimamente por su país y esto es de Dios? Nosotros no entendemos sus caminos, el pueblo judío escogido de Dios siempre ha estado en guerra por su tierra prometida, y Dios los defiende, cuando su pueblo le busca de corazón , esta es una razón muy importante de considerar que el enemigo no deje al pueblo de Dios orar en lugares tan emblemáticos . Aunque los verdaderos adoradores lo hacen en espíritu y verdad y la fe que mueve montañas vencerá . Oremos por Israel

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